Se acerca el Día Internacional de la uva Cabernet Sauvignon, y aunque en algunos países conmemora el lunes 29 de agosto (hoy mismo), también hay algunos especialistas norteamericanos que señalan al jueves anterior al Dia del Trabajo como la fecha indicada, lo que resulta en el 1 de septiembre como día elegido para la celebración. Bueno, cualquiera que sea la fecha precisa, tenemos una gran oportunidad para festejar a tan afamada variedad vinícola y lo mejor es aprovecharla.

Nadie lo pondrá en duda, el Cabernet Sauvignon es uno de los vinos más consumidos en el mundo, de hecho, es conocido como el rey de los tintos, lo que hace a esta uva una de las más plantadas (representa el 5% de la superficie global) en todas las regiones productoras. Además, por su historia y prestigio, es una de las más disfrutadas y siempre está presente en las cavas de aquellos consumidores exigentes, que pueden guardar vinos por mucho tiempo, ya que suele ser uno de los exponentes que mejor evoluciona con la guarda.

Esta variedad resulta del cruzamiento natural entre la Cabernet Franc y la Sauvignon Blanc, es originaria de Burdeos, Francia, y es la base de los grandes vinos de esa región. Su gran prestigio proviene de los Grand Cru Classé de Burdeos
(Francia), una clasificación creada en 1855 por Napoleón III que consagró, desde entonces, a las mejores producciones de aquella región. Con el correr del tiempo, todo país vitivinícola se dedicó al cultivo de esta variedad.

Fuera de Francia, este varietal supo adaptarse muy bien en España, Portugal, Italia (donde forma parte de la mezcla de los famosos Supertoscanos como el Tignanello), California (en 1976 un vino californiano de esta uva, el famoso Stags Leap derrotó en una cata a ciegas a alguno de los mejores vinos de Burdeos), México, Argentina, Chile, Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia.

Entre sus notas de cata encontramos características como color rojo con destellos violáceos, intensos y complejos. Presentan aromas a frutas negras maduras y delicadas notas especiadas de pimienta, clavo de olor y anís, y también en algunas regiones cálidas, sobresalen los sabores y aromas a pimiento verde, menta y eucalipto, armoniosamente integrados. Sutiles tintes balsámicos y de café completan su bouquet después de una guarda en barricas de roble francés. Se destacan por su entrada amable y amplía que da paso a taninos firmes y acidez moderada. Y de textura envolvente, su final en boca es afrutado, suave y muy elegante.

En maridajes es idóneo un vino crianza para carnes rojas a las brasas o asados, mientras que para guisos de carne se recomienda un Cabernet Sauvignon más joven, combina bien con sabores amargos por ejemplo de endivia y escarolas, así como aderezos con pimienta. Para quienes busquen variar las carnes y probar cosas nuevas, existen algunas alternativas que lo acompañan genial, si sabemos elegir bien con qué armar una tabla de quesos y frutos secos se podría tener una gran afinidad con este vino, los quesos Cheddar y Gouda destacan por tener un alto porcentaje de grasas y por ser maduros, lo que los hace ideales para combinar con variedades robustas y fuertes, también en ciertos casos el queso parmesano reggiano o el manchego de origen resultan en un acompañamiento de buena estructura.

Por último, para los más osados en probar nuevos sabores, algunos chocolates también se pueden combinar, aquellos tipos amargos o con altos porcentajes de cacao junto con vinos altos en taninos son una experiencia aconsejable de probar, mientras que las nueces y las almendras, por su estructura grasa, pueden ser un buen complemento  para un vino tinto fuerte.

Celebremos, pues, al Cabernet Sauvignon en cualquiera de las fechas expuestas (o en ambas fechas, ¿por que no?), y disfrutemos de una sesión inolvidable. ¡Salud y buen provecho!