Amaranto, el pseudocereal olvidado

Amaranto, el pseudocereal olvidado

28 de octubre de 2021 Artículos, Cocinas de México 0

En el siglo XVI, doce frailes se propusieron recuperar la historia y los secretos de la cultura indígena, por lo que recurrieron a aquellos sabios auténticos para preguntarles cuáles eran las bases del sostenimiento de su civilización y su cultura, ellos les contestaron: “lo que conserva la vida: el maíz, el frijol, el amaranto”. Tanta importancia tuvo el amaranto en la vida de los antiguos mexicanos, que estuvo vinculado con infinidad de celebraciones y ritos religiosos.

Nuestros antepasados veneraban al maíz como fuente esencial de la vida, a tal grado que los historiadores han llegado a llamar a los aztecas el pueblo del maíz, es evidente que el maíz y el frijol desde entonces han sido la base de la alimentación de los mexicanos, pero… ¿qué pasó con el amaranto?, pues resulta que el amaranto no solo era importante como alimento, su valor radicaba también en los rituales religiosos, ahí ocupaba el lugar más destacado: era el cuerpo de algunos de los dioses prehispánicos. 

Las mujeres se preparaban ayunando y  elaboraban una pasta de amaranto amasado con la que formaban sofisticadas imágenes de sus principales dioses para después brindarlas al pueblo que las comía como culminación del ritual sagrado en una comunión religiosa que significaba “comer a los dioses”. 

Se dice que Hernán Cortés describió impresionado: “los bultos y los cuerpos de los ídolos en quien estas gentes creen son de mayores estaturas que el cuerpo de un gran hombre. Son hechos de masa de todas las semillas y legumbres que ellos comen, molidas y mezcladas con otras y amásanlas con sangre de corazones de cuerpos humanos…”. Además, por las descripciones de Sahagún y de Durán sabemos que la estatua de su deidad suprema, Huitzilopochtli, el dios azteca de la guerra, también era elaborada a base de pasta de amaranto.

Las ofrendas consideradas cruentas y antropofágicas por parte de los misioneros cristianos contribuyeron a la lucha contra el cultivo del amaranto imponiendo fuertes castigos a quien lo hiciera o a quien simplemente lo poseyera, razón por la que casi desapareció de Mesoamérica y solo se conservó en unas cuantas regiones, cabe además mencionar que quizá pudo abonar a su olvido el que su consumo fuese sustituido por el trigo.

Si analizamos la dieta de los aztecas nos vamos a dar cuenta lo balanceada que era, se dice que hacían dos comidas al día, una a media mañana y otra a media tarde, cuando el calor era más fuerte. El amaranto solía ser el primer alimento de la mañana y el último de la tarde. Acostumbraban desayunar un tazón de atole a base de maíz o de amaranto, la de la tarde era la comida fuerte, y en ella se consumían maíz, frijol y salsa de chile, acompañándolos con tamales de maíz o panes de amaranto y antes de dormir se alimentaban con una refrescante y sabrosa bebida preparada con amaranto o chía, similar al agua de horchata. Con esto vemos la omnipresencia del amaranto.

El uso generalizado que tiene y por el que lo conocemos es por el dulce llamado alegría, aunque su consumo y aplicaciones sea más amplio. Hace algunos años es que se redescubrió su enorme valor alimenticio, así que reivindicar y fortalecer su consumo nos lleva, además de a una tarea de rescate y salvaguardia, a darle continuidad histórica y a mejorar nuestra alimentación nutriendo nuestros cuerpos y nuestra cultura. En México la obesidad y la desnutrición son un grave problema de salud pública por lo que el rescate de cultivos nutritivos y superavitarios, como lo es el amaranto, surge como una alternativa para contribuir a mejorar la dieta alimenticia y favorecer la disminución de los problemas de malnutrición en el país. 

Utilizando los cuatro granos básicos que constituyeron la alimentación cotidiana de los aztecas se puede obtener una dieta balanceada que rebasa los parámetros establecidos en la actualidad por la Organización Mundial de la Salud y la de Alimentación y Agricultura de las Naciones Unidas (FAO-OMS, ONU). Mediante la ingesta diaria de 800 gramos de una combinación de maíz (300), frijol (200) chía (200) y amaranto (100) se logra superar los requerimientos de energía, proteína, lípidos, calcio, fósforo, vitamina A y vitamina C, y casi suficientemente se cubren los de tiamina, riboflavina y niacina. Recuerden este nombre: lisina, es el aminoácido más escaso en otros cereales como el maíz, arroz y trigo, por lo que al combinar un poco de amaranto con estos, la lisina excedente complementa la proteína de los otros cereales, permitiendo que se asimilen elementos que por falta de ella se hubieran desechado, logrando así una importante mejoría en la nutrición. 

La nutrición adecuada de los pueblos mesoamericanos explica el notable desarrollo cultural que alcanzaron, lo cual no hubiera podido lograrse sin el balance dietético que les proporcionaba la sabia combinación de granos y otros elementos. Así pues, es como el binomio amaranto/maíz: es tan importante nutricional y culturalmente para los mexicanos. 


 

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